Año 3. Número 5. Julio - Diciembre 2015

Ensayo

 

 

Un estilo de docencia desde la experiencia y la empiria. Una parte del pasado que sigue en mi

María del Rosario Gil Rocha.

Egresada de la Maestría en Educación, UCEM.

 

“El triste Valle donde yo nací” , así se refería mi abuela -  Mamá Mique-  quien nació en 1896,   cuando nos contaba a sus nietos sobre el terruño: Villa de Reyes el lugar donde estaban sus raíces y donde había crecido como hija única teniendo la oportunidad de ir a la escuela y saber leer y escribir, también conoció ahí al amor de su vida Don Fortino hombre pobre pero apuesto de tez blanca y ojos claros que hacían contraste con la piel morena de Doña Micaela, a pesar de las diferencias de clase la enamoró y tuvieron más de 14 hijos, sólo sobrevivieron Primitivo, Angelita, Felicitas, Antonio, Cecilio y María de la Saleta ;  Socorro no sobrevivió al desarrollo y justo cuando tenía 16 años  murió;  Fernando el menor de diarrea y falta de alimento que el cocimiento blanco - remedio -no pudo curar.

Doña Mique era apreciada en el pueblo, pues su preparación le permitió ser considerada maestra y escribana del lugar, de carácter fuerte y muy decidida, se dice que cuando la leva paso por Villa de Reyes en tiempos de la Revolución se manifestó abiertamente en contra de quienes pretendían llevarse a los jóvenes a participar en el movimiento armado, por lo que pasó un par de días en la cárcel.

Era la matriarca de una familia que luchaba día a día por salir adelante, sus pensamientos eran muy claros: había que trabajar para ganarse la vida, así que con el esfuerzo de los hijos mayores compró una casa en ruinas cerca de la acequia donde vivían todos enel cuarto grande, mi abuelo Fortino  por el  exceso de trabajo rudo en el campo aunado a una mala alimentación y el vicio del aguardiente resultó  con una ulcera que se lo llevó a la tumba;  en ese momento mamá Mique toma la decisión de emigrar a la ciudad capital  en busca de una mejor vida, nada fácil si consideramos que no tenía familiares,  por eso cuenta que llegaron a ocupar un cuarto en el panteón que se ubicaba a un costado del Templo del Santuario, un espacio construido de adobe,  teniendo como muebles un petate, una mesa y un bracero,  mientras quelos muchachos -mis tíos-  buscaban algún empleo, los mayores aprendieron oficios de ayudantes de peluquero, cargadores, repartidores y mis tías como afanadoras en la Beneficencia Española donde lavaban y hacían aseo de rodillas para tallar y secar los pisos, años  más tarde se enfermaron de artritis reumatoide por estas jornadas extremas de trabajo;  pero era parte de esa búsqueda por sobrevivir y conseguir mejores condiciones de vida.   María de la Saleta la más pequeña -mi mamá- y Antonino Cecilio tenían la fortuna de permanecer en el terreno y dedicarse a jugar sacando huesos del panteón y armando esqueletos para apedrearlos.

Con el paso de los años se “echaron la droga” y compraron en cómodos abonos una casa  muy deteriorada ubicada por el mismo rumbo, para entonces ya había más entradas de dinero pero las jornadas de trabajo eran extensas y mal pagadas.

Años más tarde mi madre creció y la indicación de mi abuela fue que aprendiera un oficio para que también aportara a la casa, estudió primeros auxilios y cultora de belleza, lo primero no era muy prudente pues debía estar en contacto con los doctores y eso era mal visto,  así que se animaron a abrir un salón de belleza en la zona de la Merced hoy mercado Tangamanga  y un taller para remallarmedias de nylon que en esa época eran muy caras.

La empresa no fue fácil considerando que los recursos eran limitados, pero en la caseta 27 del mercado funcionó por varios años este negocio que cambió la vida de la familia.   Cabe destacar que mi abuela no trabajaba, ella se dedicaba a cobrar, administraba y proponía las reglas a seguir y las hacía cumplir a su manera: buenas tundas de golpes y chirrionazos marcaron la vida y personalidad de quienes se atrevían a contradecirla.

Mis tías vivieron sometidas a sus caprichos y disposiciones no se casaron pues estaba prohibido intimar con varones, a escondidas tuvieron algunos pretendientes pero el temor a ser castigadas las hacía desistir, por cierto Felicitas pensó en ingresar al convento, cosa que tampoco agradó a mi abuela pues ella era la encargada de  cuidarla y atenderla.

Frente al negocio existía una tienda de abarrotes denominada “La Unión” cuyos dueños eran de una comunidad cerca de Ojuelos Jalisco, Don Gabriel Gil había venido a probar fortuna y poco a poco prosperó pues sus clientes eran personas que venían a surtir su despensa de distintas comunidades, ahí empleo a algunos familiares para que apoyaran como dependientes o cargadores, entre ellos destacó Porfirio un joven muy apuesto de piel blanca que se dedicaba a descargar camiones de granos, se venía fuerte y acostumbrado al trabajo, en poco tiempo algunas señoritas se sintieron atraídas por él, lo apodaron “El salvaje” y más de alguna tuvo la oportunidad de ser su novia, su fama de enamorado no desanimó a María quien se conformaba con cruzar su mirada con él y permitir que le enviara cartas, la relación a escondidas fue madurando hasta que decidió pedirla en matrimonio a sabiendas que tal vez mi abuela no lo permitiría, así luego de algunos tequilas  se dirigió a pedir la mano, mi abuela y mi tío Primitivo lo recibieron de mala gana, le preguntaron a qué se dedicaba y cuáles eran sus intenciones, en tono de burla contestó soy muy pobre,  me gustan las mujeres y el vino, su hija me quiere y nos vamos a casar, ponga usted el plazo.

Mi abuela con actitud desafiante le contestó: ni plazo ni boda, por favor retírese; en ese momento la novia alzó la voz para decir-  ¡yo lo quiero!-  en medio del silencio Primitivo contestó si lo quieres lárgate de una vez, se intercambiaron las miradas y sin pensarlo mucho salieron de la casa, por un lado el orgullo herido al sentirse rechazado por la familia y por el otro un amor incondicional que se atrevió a desafiar las normas.   De pronto se encontraron sin saber a dónde ir, en medio de este trance se depositó a la novia en casa del hermano mayor, donde encontró un espacio en lo que pasaban las amonestaciones.

Doña Micaela hecha un mar de lágrimas se resistía a creer lo que había pasado pero su orgullo y amor propio le impedían buscar a su hija.

Casi seis meses tardó Porfirio en reunir dinero para la boda, el vestido para la novia, el arreglo de la iglesia de San Sebastián, un pantalón,  una camisa y su “guaripa”, los padrinos de velación y uno que otro pariente acompañaron en la ceremonia, desde luego Doña Mique prohibió a los miembros de su familia asistir, aun así María hizo su sueño realidad, no le importó escuchar entre los asistentes al final de la ceremonia: él es muy guapo y ella más bien fea.

Así mamá y papá a pesar de las adversidades se convirtieron en marido y mujer, consiguieron un cuarto prestado en la calle de Casa Madrid, en apariencia todo era normal hasta que el donjuán volvió a las andadas, lo visitó una novia del rancho y con el pretexto del trabajo en plena luna de miel se fue al cine y a bailar con ella.

No cabe duda que el amor es ciego y todo lo justifica, a los 10 meses de casados nací yo,  un primero de noviembre, este acontecimiento sirvió para limar un poco las asperezas familiares pues mi papá no había reunido lo suficiente para la atención del parto, mis tíos Antonio y Primitivo, intercedieron para que el orgulloso de mi papá aceptara un préstamo y pudiera nacer en la maternidad Noyola en un cuarto privado para que mi abuela pudiera estar ahí.

La alegría de mi nacimiento trajo un poco de paz y estabilidad a la familia, se hizo costumbre que mi abuela fuera todos los días a bañarme y que mis tías se desvivieran por cuidarme, el más inconforme era mi tío Grande (Primitivo así lo llamaban por ser el mayor), “esuna vieja” decía con recelo y se mantenía alejado.

Pasaron los meses y me convertí en una bebé cachetona de pelo rizado a quien pusieron por nombre María del Rosario, más tarde confesó mi papá que fue en honor a una novia muy querida.

La inexperiencia de mamá se hizo presente, me embraciló y decía que hasta al baño tenía que entrar conmigo pues siempre quería que me trajera cargada, los vestidos, los calzones de holanesy las calcetas con encaje eran las preferidas, la fotografía de caritas, era el recuerdo mejor guardado, luego el primer año frente a un pastel con una velita y mamá sosteniéndome con su mano para que no cayera.

Pese a todo la vida no era fácil, el sueldo de papá no alcanzaba, su fama de enamorado seguía y el vicio por el alcohol se acrecentaba,  mamá aguantaba y lloraba ensilencio, para ese tiempo ya venía en camino María de los Ángeles, ella nació  un tres de diciembre,  un año un mes después de mí.

Era una bebé hermosa, de piel blanca y ojos claros, parecía una muñeca, eso animó a papá, aunque como siempre la falta de dinero hacía que bajara la guardia y se acercara a la familia para pedir prestado, fue una cesárea difícil que no estaba programada, pero aún con su cara larga mi abuela y tías acompañaron a mamá en este dulce trance.

Papá decía con orgullo esta sí es mi´ja, se parece a mi mamá, Doña Jesús persona de edad, bajita, de cabello blanco y encorvada por el peso de la edad, casada en segundas nupcias con Don Andrés y ambos padres de 21 hijos o como diría la gente entenados.

Mi abuelita Chuy -como le llamábamos de cariño- era originaria de Ojuelos  de tez blanca y ojos azules, de ahí el parecido con mi hermana, al principio las cosas parecieron cambiar para bien, pero poco a poco todo volvió a su cauce, discusiones, borracheras, gritos y mucha pobreza…

Las fotografías dan cuenta de dos niñas regordetas bastante distintas, pero sonrientes;  para el año siguiente estaba por nacer mi hermano Andrés justo el mismo día en que mis papás se habían casado por la iglesia un 26 de enero, la alegría fue doble pues se trataba de un varón, sin embargo la familia crecía y con ella los gastos, la necesidad hacía que mi papá se ausentara de casa para ir a trabajar al rancho en la siembra, a veces traía costales de maíz y frijol para rendir el poco sueldo que ganaba, mi mamá a escondidas lo vendía para comprar lo más necesario con los problemas y consecuencias que esto implicaba: gritos, burlas, agresiones verbales y un verdadero infierno para mi mamá que soportaba todo por amor a Pilo, así llamaba a mi papá de cariño.

Tengo muy poco recuerdos de mi infancia, me veo descalza jugando en el corral a batir lodo para hacer pasteles, juntando hojitas para decorarlo y correteando a los cóconos y las gallinas en compañía de mis hermanos:  la Güeray Tito, cuentan que así lo bauticé por no poder decirle Andresito, quien de tan gordo apenas podía mantenerse en pie, la ropa apenas le quedaba y casi siempreenseñaba la panza, para mayo del siguiente año nació Ana Victoria, bastante enfermiza pasaba días en la cruz roja por infecciones estomacales, el doctor decía que no le caía la leche así que fueron tiempos difíciles que acentuaron los problemas de mi papá  con el alcohol, en esa época unas religiosas hacían el papel de enfermeras, eran amables y cariñosas, permitían que mamá y yo nos quedáramos en el suelo cuidando a mi hermanita, para ese tiempo y ante la necesidad de dinero mi mamá empezó a probar de todo: cortar pelo, aplicar inyecciones, vender gelatinas, raspas, huevo, jitomate en fin lo que Dios le daba licencia, esto propició que la familia empezara a hablar mal de ella pues no era bien visto que las mujeres trabajaran y menos que descuidaran a la familia.

A pesar de lo anterior mi mamá se empeñó en poner una tiendita en el zaguán de la casa, tal vez porque una hermana de mi papá que había quedado viuda llegó a vivir con nosotros, mi tía Constanza y dos primos María y José se unieron a la familia pero…. en nada cambiaron los problemas, al contrario había más pleitos y más bocas que mantener.

Para el 24 de enero de 1970 nació prematura mi hermanita María Elvira, le faltaban dos meses para el parto pero todo se adelantó y pesando poco más de un kilo fue llevada a la incubadora, mis tíos cuentan que parecía una ratita mojada, mimamá quedó delicada, situación que aprovechó una tía para hacerse cargo de la bebé pues ella y mi tío Silvestre no había podido tener hijos, al principio fue un alivio pues mamá lloraba todo el tiempo, los nervios la trastornaban y yo me hacía cargo de mis hermanos, creo que a partir de ese momento asumí la responsabilidad de ser mamá sin entender por qué mi madre se ausentaba para comprar los niños en el seguro y todavía más por qué los escogía tan feos.

Este apoyo se convirtió en un grave martirio, cuando mamá se recuperó trató de recuperar a la niña, pero mi papá había negociado regalarla a cambio de que tuviera una vida mejor  “ya tenemos cinco hijos” decía  “ellos no tienen y le vaa ir bien”, sin embargo la amenaza era:  si tú la recoges yome voy, soy testigo de la lucha de mi madre por recuperar un pedazo de su carne, íbamos de visita y veíamos como la niña crecía en unacasa grande llena de lujos pero sin amor, un día la encontramos metida en una bolsa de plástico de la cintura hacia abajo para que no mojara la cama, había que soportar todo para no contradecir a Don Porfirio.

La tristeza de mamá iba en aumento la niña empezada a llamar mamá a mi tía Lupe, eso era un golpe duro para ella, una tarde luego de hablar con Doña Micaela y en seguida ir al Templo de Catedral para confesarse con un sacerdote, se armó de valor y fuimos por Elvira, en un costal nos entregaron sus cosas y durante el camino pedía ver a su mamá Lupe, esta vez mi mamá lloraba pero de alegría, el sacerdote le había recomendado que rescatara algo que le pertenecía y que Dios daría los medios para salir adelante, todos nos pusimos felices de recibir a la niña, parecía una muñeca, delgadita y con bellos ojos, la alegría terminó cuando al caer la noche mi papá llegó de trabajar y la vio, sin decir palabra sacó nuevamente su bicicleta y no volvió, no recuerdo cuanto tiempo se ausentó pero al regreso traía la barba crecida y estaba muy sucio, mamá no lo buscó ni le reclamó pero aun así , hubo gritos, pleitos pero nuestra niña se quedó en casa…

Pasaron las semanas y había que bautizar a mi hermanita, mi abuela la llamó Paz, tal vez por capricho o por no darles la razón a mis papás, a la fecha le decimos Pacita de cariño, ella es la luz de nuestra familia un ángel con corazón de oro que ha dado compañía, sentido y alegría en  todos los momentos difíciles  que hemos pasado como familia.

Se me olvidó contar que desde que tenía 45 años mi abuelita me enseñó a leer y escribir con el método onomatopéyico y a realizar sumas y restas, tenía un pequeño pizarrón de lámina, de los que daba la coca cola y con un trozo de gis, cuando las respuestas no eran las esperadas aventaba el pizarrón y decía ¡no sirves para enseñar!   La tarea era practicar una hora todos los días, incluía lectura escritura, tejido a gancho, el catecismo del Padre Ripalda y aprender el reloj junto con algunas frases como “el dinero y la cola no se enseñan”, “el hombre llega hasta donde la mujer quiere”, “todo ser menos ratero” y otras que pasaron a formar parte de nuestros principios de vida en forma inconsciente.

Derivado de lo anterior se llegó el día de inscribirme en la escuela primaria, con cinco años de edad sabía leer, escribir y hacer cuentas, la primera opción fue la escuela “Ricardo Flores Magón” pero el trabajo consistió  solo en hacer planas de bolitas y palitos, lo cual enojó a mi mamá y me llevó a la Esc.  “Salvador Díaz Mirón” donde me aplicaron una prueba y entré directamente a segundo grado, cada año obtenía reconocimiento que consistía en bolsas de dulces constanzo, un boleto para una función de teatro o el pago de la inscripción a secundaria, luego de haber representado a la escuela en la olimpiada del conocimiento infantil, una gran desilusión no haber obtenido el primer lugar, mamá no se conformó con el cuarto…en fin.

Mientras cursaba la primaria un nuevo hermanito, sólo que por falta de atención médica murió antes de nacer, mamá había preparado todo en una caja debajo de la cama tenía la ropita de color blanco y amarillo, fue a atenderse al seguro social por primera vez y las cosas resultaron mal,  Porfirito no vio la luz, mi papá se volvió loco entre reclamos a los médicos y sólo le quedó echarle agua bendita y llevarlo a sepultar en soledad al panteón; por otro lado mi mamá moría de dolor, es la vez que recuerdo que pasaban los días y su llanto no cesaba, abrazaba la cajita de ropa y pedía ver a su niño, de ahí en adelante sus problemas emocionales se acentuaron, con frecuencia le dolía la cabeza y tomaba diazepan, dormía y dormía y a veces el dolor persistía y como hermana mayor debía encargarme de mis hermanos y la casa, era feliz a mi manera…

En 1974, febrero 19 nace la más pequeña Lucía Josefina por cesárea, mamá muy delicada pues por prescripción médica la habían ligado para no tener más bebés, por mi gran experiencia decidieron que la niña pasara la noche conmigo, me convertí formalmente en mamá a los 10 años de edad, dormía con ella sentada para que no se despertara,  hervía la mamila en un plato con alcohol y logré criarla a mi modo, cuando tenía como seis meses se empachó con plátano, yo le daba y ella seguía abriendo la boca, se puso tan gorda que apenas podía con ella, la sentaba en mi cadera para ayudarme un poco, me decía “mamá Yayo” era mía en toda la extensión de la palabra, sus primeros pasos, sus dientitos, su cariño todo era para mí.   Cuando mamá quiso recuperarla ya no fue posible, ella argumentaba;  no tú no eres mi mamá, eres mamá de ella y me señalaba con su dedito, cuando cumplió tres años la llevamos a confirmar parecía una muñeca con su vestido blanco y su sombrero, ya estaba un poco más delgada pero era muy inteligente y bastante peleonera.

Estando ya en la secundaria me la llevaba al centro y llamaba la atención a quien la escuchaba decirme mamá y me preguntaban pues ¿a qué edad la tuviste? Sólo sonreía y les decía es mi hermanita.

Dios no se equivoca en sus planes, al año siguiente mamá se fue al cielo, una mañana de un miércoles de ceniza estando con papá el dolor de cabeza desencadenó un derrame cerebral, a medio día entre gritos y llanto se la llevó la ambulancia y ya no logramos verla con vida, su expresión era de sufrimiento, salió para no regresar, cambié de ropa a mis hermanos esperando por verla en el hospital central pero a las 3 de la tarde recibimos la noticia que ya había muerto, en un momento la casita se llenó de gente para hacer el aseo y colocar en el cuarto de la entrada el ataúd, no entendíamos qué había pasado, hubo que quitar la puerta de madera para lograr que entrara la caja, Lucy no se apartaba de mí, quien más lloraba era mi papá y repetía qué voy a hacer con mis hijos…

Con temor me acerqué a verla por última vez tenía su boca y nariz llena de algodón con una expresión que no olvidaré jamás, se fue sin despedirse, sin habernos dicho cuánto nos quería, se fue… pero  hoy con el paso del tiempo compruebo que nunca  se fue.

Después del novenario empezó la verdadera ausencia, hablaron de repartirnos con la familia, que una tía nos cuidara en casa, pero ella tenía ya dos hijos y el esposo era además alcohólico, se manejó que corríamos peligro pues éramos 5 mujeres y mi hermano, la decisión final fue que viviéramos con mis tías y abuelita al principio era como tocar el cielo, no estábamos solos y había quien nos cuidara sobre todo a Lucía cuando los demás íbamos a la escuela, pero con el paso de los días pasamos a ser una carga… papá ya había encontrado una novia y casi no lo veíamos, había muchos problemas que sería muy largo de contar y después de casi un año de arrimados decidimos tomar nuestras pocas pertenencias e irnos a vivir con mi papá, lloramos todo el camino pero fue la mejor opción ya no cabíamos ahí ni era justo que mis tías cargaran con una obligación así, Lucy perdió sus dientes y pasaba el tiempo y no le salían le faltaba alimento y amor…

Este cambio repentino nos afectó a todos, ropa sucia por donde quiera, la comida quemada, hambre y mucha soledad…..dormir era una buena salida.

La vida seguía,  así lo había dicho mi apà…..poco a poco nos fuimos organizando para sobrevivir, una vecina de edad avanzada se acomidió a apoyarnos a cambio de un taco y unos pesos “Doña Jose” cuidaba a Lucy mientras veníamos de estudiar, preparaba sopa o huevo con papas y frijoles y de vez en cuando lavaba la ropa y de cierta forma le daba calor a la casa.

Entrar a la escuela Normal fue una decisión forzada pues era la única forma de podertrabajar a corto plazo y ayudar a mis hermanos, el proceso no fue fácil pero para septiembre de 1979 estaba inscrita en la Benemérita y Centenaria Escuela Normal del estado, todavía no cumplía 15 años pero deseaba que pasara el tiempo para contribuir al sustento de la familia y aspirar a que mis hermanos se prepararan.

Cuatro años de diversas experiencias, aprender de maestros que dejaron huella en mi formación como Mario Grimaldo quien con su estilo personal impartía la clase de matemáticas y se convirtió en el amor platónico demuchas, yo entre ellas; la Maestra Sofía Saldaña con sus lecciones para hablar y escribir correctamente el español, además de la moral y buenos principios; las clases de pedagogía y didáctica a cargo de maestras llenas de experiencia, que guiaron el camino hacia la docencia; largo sería mencionar a quienes son responsables que haya encontrado en las aulas mi verdadera vocación y en cada generación el motor que impulsa cada día a ser mejor y a ver en cada niño un reto para transformar su vida con amor.